Peregrina, Huatusco, Ver.— En los rincones más humildes de las montañas veracruzanas, a veces brotan las historias más grandes. Historias que no caben en titulares, pero que se graban para siempre en la memoria de un pueblo. Una de esas historias es la de Ismael Argüello, un jovencito de apenas 15 años, que murió no por accidente, sino por amor al prójimo.
El sol apenas calentaba el paraje de Peregrina cuando un grupo de trabajadores decidió tomarse un breve respiro a la orilla de la laguna. Todo parecía rutinario hasta que uno de ellos, Martín Galindo, entró al agua… y no volvió a salir.
Lo que siguió fue una cadena de desesperación, de gritos, de intentos por salvarlo. Pero entre todos, fue Ismael quien dio un paso adelante. Sin pensarlo dos veces, sin medir el peligro, se lanzó al agua decidido a salvar a su compañero.
No era un rescatista, no era adulto. Era apenas un muchacho, con sueños y futuro, con manos jóvenes acostumbradas al trabajo duro y un corazón aún más fuerte. Ismael no logró regresar. Las aguas se lo llevaron, pero su valentía se quedó flotando en la memoria de todos los presentes.
Una tercera persona intentó también el rescate. Entró al agua, sintió que algo lo jalaba desde el fondo, y logró salir. Se salvó. Y esa línea delgada entre la vida y la muerte hizo aún más pesado el aire en Peregrina.
Las sirenas de los cuerpos de emergencia llegaron, pero fue la comunidad quien hizo el verdadero rescate. Los hombres de Chavaxtla y Peregrina, con sus propias manos y su experiencia, entraron a la laguna. Buscaron, removieron el agua espesa de dolor, y recuperaron los cuerpos. Con respeto. Con lágrimas.
Hoy, no hay palabras suficientes para consolar a las familias de Martín e Ismael. Pero hay algo que nadie puede quitarles: el honor. Martín, un hombre sencillo, trabajador, de sonrisa fácil, se fue de este mundo dejando afectos y buenos recuerdos. Ismael, un niño valiente, dejó un legado mucho más grande que su corta edad.
En un país donde a veces se pierde la fe en el otro, Ismael la devolvió en un instante. Nos recordó que la nobleza existe, que los héroes no siempre usan capa, que a veces visten pantalón de mezclilla, botas polvosas y llevan el alma limpia.
Que su memoria nos inspire a ser mejores.
Que su historia no se olvide.
Y que descanse en paz, como los grandes. Porque eso fue. Un grande!!!

