El centro de Córdoba está un poco más silencioso. Ya no se escuchan los pasos apresurados de quienes entraban y salían con bolsas en mano, ni las risas de los niños probándose zapatos escolares frente al espejo. Después de 40 años, zapatería El Capricho bajó sus cortinas para siempre, dejando una estela de recuerdos y nostalgias en los corazones de varias generaciones.
Fundada con la promesa de ofrecer calzado de alta calidad, El Capricho no sólo vendía zapatos, sino también momentos. Era ese lugar donde madres y padres llevaban a sus hijos a elegir los primeros mocasines para la escuela, los zapatitos blancos para la primera comunión o los elegantes pares para una fiesta especial. Con el tiempo, esos mismos niños crecieron, y llevaron a sus propios hijos a repetir el ritual.
Pero el paso del tiempo y los embates de una economía cada vez más complicada hicieron mella. La irrupción de productos asiáticos baratos y de menor calidad, sumada a la falta de apoyo para el comercio local, fueron factores determinantes para su cierre. Aunque los motivos son varios, el resultado es uno solo: una página entrañable de la historia cordobesa que hoy se cierra.
¿Quién no recuerda aquellas famosas “baratas” anuales, en las que más de uno hacía fila desde temprano y hasta había disputas por conseguir el mejor par? Era una pequeña fiesta en la vereda, un evento esperado que ahora sólo vivirá en la memoria colectiva.
Hoy el local permanece vacío, pero en los hogares cordobeses quedarán los ecos de risas infantiles, los consejos de los vendedores que sabían de calzado como pocos, y los pasos que comenzaron su camino en esos pisos. El Capricho no fue solo una zapatería: fue parte de la vida de toda una ciudad.




